La laría le invadía. Aquella palabra inventada que tan bien definía el echar de menos a alguien cuando aun no se había ido. Una vez ya se había ido, la echaba de menos en las pequeñas cosas, compartir un café o un atardecer. Pero en esas horas antes de cada viaje, la laría se hacía piedra en ese hueco entre el corazón y la garganta.
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