Al partir la sandía se dispersó en el aire el aroma de los veintitrés veranos anteriores. Se notó los años, uno a uno desde el comienzo. Un año más... un año menos.

- Qué miras?
- A tí.
- Y qué ves?
- Acabaría antes dicíendote lo que no veo.

Si doblas y doblas un papel llegas a un punto en que es imposible romperlo, decía mi abuelo. Así que el papel es como el acero. Tras años de reflexión bipassana, concluí que era tan fácil como desdoblarlo.

- Las barreras de tu libertad están levantadas sobre tu falta de inquietud.
- Qué?
- Que no piensas! que no lees! que te estás perdiendo cosas maravillosas...
- A ver si me sale a mi...
- A ver si te sale qué?
- Ejem... Las barreras de tu vanidad están levantadas sobre los libros que han empapelado tu alma.
- Eso no es malo...
- Sí, lo es cuando la carcel que forman los libros no te dejan ver más allá de la página en la que pone "the end".

No sabía cuanto tiempo llevaba inconsciente ni por qué, sólo conservaba el dolor de cabeza y la boca seca. Intentó moverse pero pronto encontró un límite a su movimiento. A un lado, arriba, abajo, al otro lado. Abrió los ojos, pero no le respondían. El satén que le rodeaba estaba frío como el acero. Nunca supo por qué lo enterraron vivo.

La idiotez es lo único que puede unir dos rectas paralelas, la recta de la vida y la recta del amor.

A- ¡Qué mujer!
B- ...
A- ¿Qué?
B- Nada...
A- Tiene un aplomo...
B- ¿Qué dice ella?
A- Nada
B- Estoy con ella
A- Puta, ¿quieres dejar de hacer de mi?
B- No, es divertido.